En esta publicación quiero compartir esta creencia, con la literatura, nos escribimos a nosotros mismos. Si es autorreferencial, como suelen ser los primeros libros, reescribimos la historia. Eso está muy bien y es un proceso creativo de nuestra propia existencia, querer que algo de lo que fue sea diferente, pensarlo en otros términos, ponerle una metáfora, resignifica el lugar del que venimos. ¿cuántas veces pensamos que hubiéramos dicho si...? o ¡cómo no pude hacerlo de otra manera! Bien, al escribir sobre ello recreamos nuestra subjetividad una y otra vez.
No soy poeta pero cuando escucho poesía, si ésta me llega al alma, siento que estoy frente a una oración, comienzo escuchando los sonidos de las palabras y lentamente mi escucha se aleja y comienzo a dejarme llevar por una melodía, por una rima que imprime un significado en mi alma, por poner un lugar. Entiendo entonces que escribir, leer o escuchar poesía es un acto de fe. Trasciende la razón y nos coloca frente a un credo ante el cuál entramos en éxtasis absolutamente buscado porque deseamos elevar una plegaria personal a una Superioridad que eleva, que nos eleva.
Si escribo literatura fantástica, en ella encuentro la posibilidad de crear mundos paralelos, posiblemente esta literatura, sostenida en un verosímil imaginario, nos da la posibilidad de crear un lugar absolutamente distinto al real y que se sucedan acciones, utópicas, épicas, místicas. En lo que a mi respecta siento que escribir o leer literatura fantástica es una manera de tejer la alfombra del futuro por donde deseo caminar. Me lleva a ese lugar soñado, con personajes que dialogan con nosotros de aquellos temas de los que quisiéramos hablar y muchas veces no hay retorno. Y les aseguro que, todo aquello sobre lo que escribo, se convierte en una realidad, abre un portal y me lleva al "otro lado".
De todo esto desprendo que la palabra literaria, es una palabra mágica. A la combinación de determinadas letras, le asignamos la fuerza, el numen de un significado que las eligió para reposar toda su fuerza en ellas. Danzamos en otra línea lingüística y temporal. Nos hace feliz. Somos libres.
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